La separación de la pareja (1)
Sean cuales sean las circunstancias, una separación es siempre triste. Lo que comenzó como un proyecto sin fecha de caducidad ha terminado con un sentimiento ineludible de fracaso. En la mayoría de las separaciones, la decisión llega tarde. Nos resistimos a aceptar que no hay vuelta atrás, y puede pesar el miedo a las consecuencias económicas, familiares y sociales. Con todo, en algún momento, uno de los dos toma la decisión de separarse. Si la decisión es firme, y no un globo sonda para explorar la reacción del otro, éste tendrá que aceptar la realidad de que la separación será en breve un hecho.
A partir de ese día, puede que el tiempo que quede de convivencia —y el de después— se conviertan en un infierno si no se ponen de acuerdo para separarse “bien”. Es conveniente que lleguen a acuerdos, cuantos más mejor, si no tienen hijos. Si los tuvieran es estrictamente imprescindible, porque la responsabilidad como padres no cesa con la separación, sino que se mantendrá hasta que aquellos adquieran autonomía como adultos. Se necesitan altas dosis de generosidad para no involucrar a los propios hijos en una guerra que al final sólo produce perdedores.
¿Cómo es posible conseguir que dos personas que mantienen una pelea enconada sean capaces de firmar una tregua en beneficio de todos? Salvo excepciones, la ayuda externa es determinante. En primer lugar, la actitud de familiares y amigos. Todos quieren ayudar y aconsejar, pero los sentimientos, contaminados por el afecto, incendian la situación. Mal asunto…
De manera semejante ocurre cuando uno de los miembros de la pareja recurre a un abogado “para que le defienda”. La respuesta inmediata del otro es solicitar el apoyo de otro abogado, que defenderá a su cliente de las demandas del primero. Es frecuente que una separación que comienza con buenos propósitos termine con malos acuerdos y peores pleitos, salvo que… Salvo que haya un solo letrado que se ocupe del bienestar de los miembros de una familia que se descompone. Si hay una sola persona encargada de pensar en lo mejor para los padres separados y sus hijos, no tiene que defender ni atacar a nadie, sino mediar entre las partes en conflicto para que todos pierdan lo menos posible. La labor de mediación es desempeñada por abogados, trabajadores sociales y psicoterapeutas formados para ello. Su misión fundamental es trasmitir que con una actitud de cooperación todos ganan. Con la de confrontación, todos pierden.
Dr. José María Esteve Barcelona