Psicoterapia eficaz
Psicoterapia eficaz. Muchas personas afirman que “no creen” en la psicoterapia. Seguramente hablan tras una experiencia personal insatisfactoria o por desconocimiento. Podemos creer o no en la religión, pero la psicoterapia no es cuestión de fe: es una ciencia con muchos años —más de un siglo— a sus espaldas. Como todas las ciencias de la salud, es inexacta e imperfecta y se halla en evolución constante, al igual que el ser humano a quien trata de ayudar. Una psicoterapia eficaz trata el sufrimiento humano a través de la palabra. ¿El sufrimiento emocional? ¿El físico? Ambos, porque la interrelación entre lo anímico y lo orgánico pertenece a lo esencial de la condición humana.
La eficacia de una terapia psicológica viene determinada por las características del proceso, la técnica terapéutica utilizada, la actitud del paciente y la del propio terapeuta.
Al igual que en la medicina estrictamente biológica, en general es más sencillo tratar un proceso agudo que uno crónico. Una neumonía en un paciente sano tiene un buen pronóstico, no así en uno que padezca insuficiencia respiratoria de larga data. De la misma manera es más fácil tratar una fobia, una depresión o un trastorno de conducta de reciente aparición que cuando estos trastornos llevan tiempo instaurados. En lo que al trastorno psicológico se refiere, en la mayoría de ellos la psicoterapia ha demostrado ser más eficaz que la farmacoterapia, y algo menos eficaz que la asociación de ambas técnicas.
En relación con estas, existe una larga lista de modalidades psicoterapéuticas: Desde el psicoanálisis (Freud a finales del siglo XIX, Adler, Jung, Klein, Lacan), el enfoque psicodinámico, la línea cognitivo conductual y sus variantes, el enfoque humanista – fenomenológico (Gestalt, terapia existencial, psicodrama) hasta la terapia sistémica de Mara Selvini o estructural de Salvador Minuchin, el enfoque narrativo o la terapia breve centrada en las soluciones. Y alguna más… Todas ellas aportan conceptos valiosos, y sería absurdo preguntar cuál de ellas es la mejor. Sería como averiguar cuál es el mejor zapato posible. Depende de si vamos a esquiar, a la playa o a un baile… Está claro que cada terapeuta utilizará una u otra según su formación y experiencia. En mi opinión, con ser importante, la técnica terapéutica es el menos relevante de los factores que influyen en una terapia exitosa.
La actitud general hacia la psicoterapia ha experimentado un cambio notable en las últimas décadas. Las estadísticas muestran un notable aumento de la confianza que los españoles sienten hacia la psicoterapia. No es éste el sitio para analizar el motivo; lo que cuenta es el hecho de que hoy no es signo de locura acudir a un psicoterapeuta, y que un factor decisivo para el éxito del tratamiento es precisamente la confianza del paciente. Confianza en un doble sentido: “Este tratamiento es el que necesito” y “esta persona es la adecuada para proporcionármelo”. Viene a cuento recordar la magnífica película “El discurso del rey”. Jorge VI, abrumado por su tartamudez en un momento crítico para Inglaterra, consigue superarla gracias un personaje (Lionel Logue) que le trata con técnicas heterodoxas para la época. La clave para el éxito es la confianza que el terapeuta transmite al incrédulo monarca. Doy por cierto que una psicoterapia eficaz precisa de esa actitud. De nada sirve forzar a alguien para que acuda a una terapia; sería como tratar de persuadirle para que comiera lombrices…
Vamos con la figura del terapeuta: hay tantas modalidades como entrenadores de fútbol. Hombres y mujeres, de más o menos edad, con prestigio o sin él (¡ojo: no confundamos prestigio con fama! El primero lo dan los pacientes, el segundo la televisión). En cualquier caso, es imprescindible una conexión emocional entre terapeuta y paciente. No se trata de una delicada intervención quirúrgica para extirpar un tumor a un paciente anestesiado, donde la habilidad del cirujano es el factor decisivo para el éxito. Aquí hablamos de una relación personal, aunque exista un estilo terapéutico en el que el terapeuta queda completamente al margen, como un experto que analiza fríamente la situación del paciente. Yo no lo discuto, pero creo que el terapeuta no debe tener miedo a “contaminarse” emocionalmente. La mayor parte de los médicos estamos acostumbrados a hacerlo, y ello no significa que nos llevemos los problemas de nuestros pacientes a casa. Estoy convencido de que fracasaré como médico y psicoterapeuta si no consigo transmitir a mis pacientes un interés personal por su situación.
Hay personas que acuden a terapia buscando un gurú que de soluciones a sus problemas. Esa es una dinámica errónea, lo único válido es ayudar a que cada uno encuentre su propia solución. Yo no tengo recetas mágicas para nadie. Mi trabajo como psicoterapeuta es ayudar a pensar, facilitar los cambios de actitud y acompañar a los pacientes un trecho del camino hasta que puedan soltarse de la mano y caminar solos… Y si es así, la psicoterapia habrá sido un éxito.
Dr. José María Esteve Barcelona