Los consejos de Esculapio hoy
Los consejos de Esculapio (Hoy…) ¿Quieres ser médico, hijo mío? Entiendo que tu motivo es altruista, y ya sabes que altruismo es procurar el bien ajeno incluso a costa del propio… También sé que no te gustan los consejos, ni tampoco yo soy Esculapio, pero escucha por favor unas pocas reflexiones de alguien que estudió medicina por el mismo motivo que tú…
Hay cosas universales atemporales, que no cambiarán jamás; otras son seguramente muy diferentes. El saber médico es hoy tan extenso que durante tus estudios —es decir, desde el comienzo de la carrera universitaria hasta que dejes de ejercer— tendrás permanentemente la certeza de que se trata de una ciencia inabarcable. Deberás dedicar largas horas a materias que no sean de tu interés, y te faltará tiempo para aquellas que te apasionen. Aprenderás bioquímica aunque desees ser cirujano y anatomía a pesar de tu afición por la farmacología. Además, no podrás estudiar por el placer de saber, sino por la necesidad de aprobar para demostrar tus conocimientos, y sufrirás permanentemente la frustración de que es imposible conocer todos los recovecos del ser humano.
Cuando termines tus estudios deberás especializarte. Conociéndote, sé que odiarás esta palabra tanto como yo. Significa que deberás fragmentar al ser humano en parcelas para elegir una de ellas, y ni siquiera podrá ser la que desees, sino la que se te asigne en función de un sistema de examen inevitablemente injusto. Tras varios años estudiando, trabajando, haciendo guardias, serás especialista en algo. Ya eres libre de decidir cómo quieres trabajar… aunque difícilmente podrás hacerlo como lo desees. No te hablaré de la medicina pública porque apenas la conozco y emitiría un juicio inexacto, y por tanto, injusto.
Sí lo haré de la mal llamada medicina privada, esto es, la que se ejerce bajo la férula de hierro de las compañías aseguradoras. Afirmaba Esculapio que el médico es esclavo de los ricos. Tú lo serás de las empresas que negocian con la salud en su propio beneficio, a costa del tuyo. ¿Entiendes ahora el altruismo del que te hablaba al principio? La ingente carga de responsabilidad que supone ejercer la medicina no se verá recompensada económicamente. Al contrario, deberás contratar seguros por si eres denunciado. Cobrarás por cada acto médico una cantidad irrisoria y humillante. En otros oficios y profesiones habría una huelga salvaje si los salarios se mantuvieran durante veinte años —sí, en España— sin incrementar siquiera el IPC. Los médicos no. Nosotros —y tú, si te sumas a la profesión— no podemos caer en el chantaje de desatender a nuestros pacientes por el maltrato de que somos objeto. Sería como si tú te enfadaras con tu mujer y la castigaras no dando de cenar a tu hijo…
Antaño, la figura del médico era respetada por la sociedad. El Hakim era médico y sabio, y a él se acercaban los enfermos con la esperanza de sanar. Hoy, la salud es un derecho, y el médico un “dispensador” de aquella. Tus pacientes acudirán a ti para que les sanes, pero también para solicitar bajas por enfermedad, informes, peritajes, certificados. Deberás ganarte el respeto de los enfermos, y no lo conseguirás si te conviertes sólo en un gestor administrativo. Tarea difícil cuando tus superiores te presionen para prescribir fármacos más baratos o pongan límites a los análisis y pruebas necesarios.
Se quejaba Esculapio de los criterios banales que labraban la reputación del médico. Nada ha cambiado; ahora la fama proviene de los contactos oportunos, de tu aparición en programas televisivos o de la propaganda pagada, que hace sólo cuarenta años era tenida por falta de ética. El vacío legal permite que estafadores con título de médico o sin él se anuncien impunemente en Internet, red de redes. “Charlatanes que venden la mentira que el vulgo necesita” —Esculapio dixit— y que obtienen fácilmente más credibilidad que tú, con tu estudio y experiencia. Tendrás que soportar un intrusismo profesional al que sólo podrás oponer tu propio buen hacer.
Tendrás que ver con dolor cómo los ideales que te llevaron a escoger la medicina son pisoteados desde dentro de la profesión por quienes utilizan el sufrimiento humano en su propio provecho. Serás visto por ellos como un estúpido romántico que no vive en este mundo. Piensas que tus colegas deben ser como hermanos para ti y que todos sois médicos por el mismo motivo que tú, pero padecerás intrigas y zancadillas por parte de quien ambiciona tu puesto de trabajo y a tus espaldas maniobra para conseguirlo. Descubrirás a compañeros mezquinos, indignos de tal nombre, que desde lugares de responsabilidad te manipulan y explotan.
No pienses, hijo mío, que lo difícil es vivir de cerca las miserias del cuerpo y del alma humana. No importan las secreciones nauseabundas, ni los olores fétidos, la visión de la decrepitud, la fealdad emocional que transmiten pacientes a los que jamás hablarías fuera de tu consulta, las horas interminables de trabajo en guardias o quirófanos, el tiempo de estudio que robas al sueño o a los tuyos… todo ello forma parte de la entrega imprescindible que requiere ser médico. No, lo difícil es convivir con una sociedad que te necesita pero no te valora, con entidades públicas y privadas que te tratan como mano de obra barata, colegios de médicos que llegan a convertirse en patios de Monipodio y ministerios de Sanidad empeñados en la contención del gasto sanitario.
Para tu viaje solo servirán como timón la duda permanente, la prudencia y la humildad. Por eso te digo ahora las mismas palabras que Esculapio a su hijo:
“Piénsalo bien mientras estás a tiempo. Pero si, indiferente a la fortuna, a los placeres, a la ingratitud; si, sabiendo que frecuentemente te sentirás sólo tienes el alma lo bastante estoica para satisfacerse con el deber cumplido, si te juzgas suficientemente pagado con la dicha de una madre que acaba de dar a luz, con una cara que sonríe porque el dolor se ha aliviado, con la paz de un moribundo a quien acompañas hasta el final; si ansías conocer al hombre y penetrar en la trágica grandeza de su destino, entonces, hazte médico, hijo mío.”