Me ahogo.
Me ahogo, ya no puedo más. Estoy harta de ser como soy y de cómo son los demás. No me gusta mi cara con granos, ni las tetas, ni el culo, ni los muslos, ni nada. Bueno, el pelo. Mi pelo es de lo único que hablan: hija, tienes un pelo ideaaal ideaaal. ¿A qué tío le gustas sólo por el pelo? A mí me gusta Hugo, él sí que tiene el pelo rubio, liso, y los ojos tirando a verdes, y unas manos de dedos largos. A veces sueño despierta y me imagino que estamos juntos, que me mira muy de cerca y luego me besa en el cuello, en la oreja, en la boca. Casi llego a sentir que me abraza muy fuerte y siento un cosquilleo por todo el cuerpo, pero luego me doy cuenta de que eso no va a pasar nunca, ni con él ni con nadie.
También hablan de lo lista y responsable que soy, y de mis notas, casi siempre las mejores de la clase. Hablan las madres, claro. Los de clase no, pero siempre quieren hacer los trabajos conmigo, porque soy la que se lo curra. Luego, a veces quedan las tías conmigo para ver una peli, ellos ni me hablan. Licy (bueno, Alicia, pero quiere que la llamen Licy) se ha vuelto anoréxica. La tutora llamó a los padres porque pasaba de comer y cada vez estaba más delgada. Ahora sale con un tío de primero que se parece a Rodrigo Guirao, un argentino que está de muerte. A mí me dan ganas de hacer lo que Licy, pero me cago si me pillan. La han llevado a varios loqueros y dice que están todos más pirados que ella. La están empastillando, pero dice que la da igual, que no piensa ganar ni un gramo y perder lo que ha conseguido, así que ahora come y luego vomita o se mete laxantes. Igual es buena idea. A mi madre la da un ataque, porque se piensa que soy perfecta, buena, obediente, que no fumo ni bebo ni digo tacos. Hay que ser ingenua. No tiene ni idea de cómo soy. Me trata como si tuviera diez años, así que nunca puedo hablar de nada con ella. Además sólo tiene ojos para mi hermano, que tiene veinte tacos, estudia teleco y aprueba todo a la primera. Es muy guapo, muy simpático, juega al rugby, toca la guitarra y a mí no me hace ni puto caso. A mi padre no lo veo porque siempre está de viaje, pero cuando viene me da un beso en la frente y luego no existo. Eso sí, cuando le dije que si me podía hacer un tatuaje (uno pequeño, en el tobillo) me dijo que si me lo veía me lo arrancaba con aguarrás y un cepillo de alambre. Por eso me hice el piercing en el ombligo. No lo verán porque para ellos yo soy transparente.
¿Porqué no le importo a nadie? En casa me ahogo, sólo me olvido de todo cuando estoy en mi cuarto y me pongo a estudiar con los cascos. Tengo una lista de Spotify llena de rock, ya sé que dicen que con eso no se puede estudiar, pero a mí me relaja y me paso horas y horas. Ayer estuve toda la tarde. Durante cinco horas el móvil estuvo mudo. Bueno, sólo un «guasap» de Sonia para preguntar que cómo se hacía un problema de mates. Y yo voy y se lo explico como la gilipollas integral que soy, aunque ella mañana ni me hablará, porque para ella tampoco existo.
A veces pienso que no quiero vivir. En verdad, muchas veces. Estoy harta de llorar a escondidas, pero sólo de pensar en suicidarme me cago. Si acaso me imagino que cojo una caja de las pastillas de dormir de mi madre, me las como todas juntas y descanso de una vez… Estoy sola y me ahogo, pero nadie lo sabe. Por eso lo cuelgo en Internet, como el mensaje de un náufrago en la botella, por si alguna vez alguien me rescata.