Valores perdidos

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Valores perdidos.

Es inevitable. Cuando veo niños, adolescentes y jóvenes vuelvo a los años en que yo lo era y me pregunto qué es lo que ha cambiado en el medio siglo transcurrido desde que cumplí catorce años. En lo externo todo es diferente. En lo esencial, sin embargo, aunque los deseos y aspiraciones de cada etapa siguen siendo los mismos, la infancia termina antes, la adolescencia se adelanta y su final tiene lugar cerca de los veinte años; probablemente por la dependencia económica del núcleo familiar. Y me pregunto cuales son los valores que reciben los que serán hombres mañana mismo, y los que poseen quienes ya hoy ocupan lugares de responsabilidad en nuestra sociedad. Qué les hemos transmitido los que teníamos el deber de hacerlo como padres, educadores o simples ciudadanos. Cuantos valores perdidos deberíamos rescatar del olvido…

En nuestro mundo ya no vale la palabra dada. Ni siquiera tienen valor los contratos escritos, que pueden vulnerarse según convenga, porque quien hizo la ley hizo la trampa. No existe el respeto al otro, a quien es diferente; en definitiva, a quien no piensa como nosotros. Se le puede descalificar e insultar impunemente, basta ver cualquier tertulia o programa televisivo que buscan la confrontación… porque vende, porque tiene audiencia.

 Valores perdidos - Dr. Esteve Barcelona
Valores perdidos – Dr. Esteve Barcelona

Los modales corteses y la “buena crianza” son valores perdidos. El solo hecho de mencionarlo le convierte a uno en alguien rancio, fuera del mundo. Hablo con maestros, profesores de colegios e institutos. Gente vocacional de verdad. Siempre mal pagados, porque no hay dinero para pagar el esfuerzo y amor que requiere la educación de los hijos ajenos. Personas que no se limitan a transmitir conocimientos, sino a detectar una anorexia, autolesiones, acosos entre sus alumnos. Indigna pensar que esos mismos maestros llegan a ser agredidos por sus alumnos o los padres de estos. En contrapartida, desde el 1 de marzo de este año, en aplicación de la ley 26 /2015, todas las personas que trabajen con menores deberán presentar un certificado que demuestre no estar inscritas en el registro de delincuencia sexual, en virtud de la protección a la infancia y adolescencia. Supongo que millones de padres respirarán aliviados por el aumento de seguridad de sus hijos. Pero solo se darán cuenta de la aberración que supone si son pediatras o maestros que tienen que demostrar a otros padres que no son pederastas. ¡Qué infamia! ¿Cómo aprenderán los niños el valor de la confianza, si los adultos sólo nos fiamos de lo seguro?

Rechazamos juguetes sexistas o violentos (Qué horror, he visto a un niño jugando con una pistola…), pero a pesar de que hoy sólo existan pistolas de agua, leemos en el diario que tres niños de ocho, nueve y diez años apalean a otro de siete. O cómo adolescentes rocían a un indigente con gasolina y le prenden fuego para difundir el video por las redes “sociales”. ¿Hasta qué punto son ellos los responsables? ¿Acaso no ven en nosotros, los adultos, las mismas actitudes? En occidente —en países que han dado al mundo los más grandes pensadores humanistas— resurgen la xenofobia y el racismo. Ya lo avisaba Plauto mucho antes, hace 2200 años, en la república de Roma: ”Lupus est homini lupus”. El hombre es un lobo para el hombre…

Afortunadamente, el mundo también está lleno de gente de toda condición que se entrega generosamente a próximos o lejanos sin esperar recompensa; que por convicción religiosa o por filantropía ejemplifican el amor al género humano y se resisten a un mundo bárbaro. Puede que consigamos transmitir esa realidad a nuestros hijos si recuperamos algunos valores perdidos u olvidados.

Dr. José María Esteve Barcelona